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Tras los pasos de Fray Junípero Serra en Sierra Gorda. Jalpán de Serra




-Por supuesto que sé quien es Junípero Serra. Y también donde nació –nos dice Mario Ramírez, propietario de Deportes Piquer, ubicado en la calle Petra de Mallorca, de Jalpán, señalando el letrero de la calle-. Nació en Petra, en Mallorca, una isla del mar Mediterráneo. Aquí, eso, lo sabemos muchos, ya que se enseña en las escuelas. También, de Jalpan han ido algunos a Petra. Pero quien mejor les puede hablar de estas cosas es el historiador, Roberto Berrones…
A Jalpan de Serra se llega desde Querétaro a través de una carretera con más de cien kilómetros de pronunciadas curvas, por entre las montañas del macizo de Sierra Gorda. Nosotros hicimos este trayecto en cuatro horas. Serra y sus once compañeros franciscanos lo hicieron en dieciséis días, a pie, y él, encima, cojeando.
Cuentan José Darío Ledezma y Albyna García, guías del centro histórico de Jalpan, por tanto conocedores de la vida y obra del beato mallorquín –Berrones estaba de viaje, por lo que tuvimos que recurrir a ellos-, que cuando este, junto con sus compañeros, llegó a Jalpan, procedentes del convento Santa Cruz de los Milagros, de Querétaro, donde habían permanecido una larga temporada organizando este viaje a la Sierra, se encontró con que en aquel lugar vivían los indios Chichemecas, formados, a su vez, por tribus de Jonaces, los más guerreros e indómitos, Pames, los más sociables, y Ximpece, los menos numerosos. Junípero, a quien los Pames -que enseguida congeniaron con él-, llamaban el fraile de la pata coja, debido a que cojeaba a causa de un mosquito que le picó en Veracruz a poco de desembarcar de un largo viaje desde Cádiz –también le llamaban el hombre del pie aliado, por llevarlo vendado a causa de dicha picadura-, se puso a trabajar con ellos en la construcción del templo que dedicó al apóstol Santiago. Y lo edificó con lo que tenían más a mano: arena, cal, baba de nopal, clara y cáscaras de huevos, alumbre y sangre de toro, que le dio el color rojizo que tiene externamente. Durante años trabajaron en su construcción 625 personas. A la iglesia, al igual que las de las otra cuatro misiones, las rodeó con un muro, y frente a su fachada principal – de todas- mandó levantar una cruz ante la que oficiaba la misa, pues los indígenas, por superstición mas que nada, no querían entrar, aunque con el tiempo logró que traspasaran la puerta. Junto al templo construyó el convento y un bello claustro, presidido hoy por un gran retrato de él, colgado en una de sus paredes el día que lo beatificaron. También hay otro retrato del beato en el templo, bajo el cual se conserva una reliquia suya.
Desde este lugar, apoyándose en otro mallorquín, Fray Palou, dirigió la construcción de las iglesias de las otras cuatro misiones de Sierra Gorda, Tancayol, Tilaco, Landa y Concá, y organizó las mismas, colocando dos frailes al frente de cada una de ellas.
Junípero Serra, que tuvo que luchar contra la superstición de los indios, que además adoraban a la diosa Cachum, diosa de la fertilidad, de la salud y del trabajo, se los fue ganando a base de enseñarles a vestirse, a asearse, a alimentarse y a trabajar la tierra. Por último les habló de Dios y los bautizó. Si hasta la fecha la espada no había conseguido doblegarlos, si lo logró el método franciscano aplicado por el beato mallorquín.
Jalpan de Serra es hoy una ciudad bulliciosa y trabajadora, que se levanta muy temprano y que se acuesta también temprano, prolongando algo la velada en los fines de semana. Tiene tres o cuatro hoteles, en los que se hospedan gentes de paso y quienes visitan la misión, y sus habitantes se dedican al comercio, a la agricultura y a la ganadería.
En la plaza Fray Junípero Serra, a la que se puede llegar a través de la calle Petra de Mallorca, calle empinada, con bancos y laureles que la dan sombra, y jalonada de pequeñas tiendas, la imagen del beato de Petra no pasa desapercibida.

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